Educar en desarrollar energías positivas como la tenacidad Los jóvenes viven deprisa y acostumbrados a la inmediatez
Es conocida por todos la metáfora del burro y la zanahoria: un burro avanza más si se le pone delante una zanahoria. Lo único que ve es la zanahoria y la esperanza de alcanzarla es lo que lo empuja hacia adelante dentro de las limitaciones de su naturaleza.
El ejemplo puede servirnos para reflexionar en la necesidad de educar a nuestros hijos en la centralidad de desarrollar energías positivas como la tenacidad, la perseverancia en el esfuerzo, la paciencia. Salvadas las limitaciones de toda comparación, el proponerse una meta valiosa impele hacia delante y ayuda a vivir esperanzados en obtenerla.
Un pedagogo amigo, Gerardo Castillo, al tratar con jóvenes suele prevenirles de una posible fiebre que puede atacarles: la de la prisa por vivir. Los jóvenes de hoy desean frenéticamente probarlo todo, tener experiencias, vivir a tope retando los límites de las 24 horas disponibles por día. No les alcanza que otro les cuente las sensaciones que se viven en el aire amarrados de un ala delta, de los efectos de la droga o de la velocidad: quieren probarlo en primera persona y ¡ya! Lo quieren todo junto y rápido, muy rápido
Nuestros jóvenes, por lo general, no están educados en el valor de la espera. Desconocen que Marie Curie (1867-1934) la primera persona que obtuvo dos premios Nobel, investigó tenazmente durante años para descubrir el radio, que tanto influyó en la historia del siglo XX.
La prisa por vivir es en parte consecuencia de la inmediatez que les proporcionan los avances tecnológicos en que han crecido. Desde muy chicos simplemente con apretar un botón han prendido la tele, el DVD, la computadora. Han enviado mensajes que llegan al instante a sus amigos, han bajado música y chateado desafiando las distancias geográficas.
Aprender a esperar es para ellos una lección pendiente y mientras no la asimilan se pierden los beneficios de enriquecimiento que proporciona el vivir esperanzados con una zanahoria de difícil acceso.
A muchos jóvenes no les gusta la época que viven pero ¿tienen esperanza en que el mundo puede ser diferente? Muchas veces sus prisas están motivadas por el disgusto. La esperanza les daría ánimos para actuar y continuar bregando.
A veces sus esperanzas son fatuas como salvar un examen sin haber estudiado lo necesario. Han de aprender el valor de los tiempos: que hay "un tiempo para llorar y un tiempo para reír, un tiempo para rasgar y un tiempo para coser" (Eccl. 3.1-11).
Hay que explicarles que no es necesario probarlo todo. Argumentemos con ellos la diferencia entre tener un capricho o un derecho. Forjemos en ellos capacidades para que sepan vivir la diversión sin consecuencias frustrantes, esperar hasta el matrimonio para tener un hijo y ganar dinero sin trampas y con trabajo.
Muchas familias pasan por la misma frustrante situación cada año. Llega el último tramo del curso y aquellos niños, niñas y adolescentes que han presentado dificultades para superar las asignaturas o que no las han superado a lo largo del año académico, hablan de tirar la toalla y prepararse para examinarse a final del verano o repetir curso.
Normalmente, esta "propuesta" por parte de los hijos provoca muchos nervios en los padres, que comienzan a reunirse con los profesores para ver dónde está el problema, contratan a un profesor particular, se sientan a estudiar con los hijos sacando el tiempo de donde no hay; y todo eso contando con muy poca colaboración del hijo o hija que lo ve todo muy negro y no pone mucho de su parte. ¿Qué hacemos entonces?
Analizar la situación de forma objetiva
La manera más apropiada de enfrentar este tipo de situaciones es siendo realista pero no derrotista. Esto significa que hay que analizar qué asignaturas son objetivamente superables y cuáles no lo son; y dedicarse a fondo al estudio de las que podemos salvar.
Para ello, lo mejor es solicitar ayuda al profesor de nuestro hijo o hija para que nos informe cuáles son los objetivos mínimos que tiene que alcanzar para superar cada asignatura y decidir junto a él o ella, si se va a presentar a una, a más de una o incluso, a todas.
Trazando un plan para aprobar
Una vez que conocemos los objetivos a conseguir, debemos hablar con nuestro hijo o hija y trazar un plan de ataque. Para ello, es de suma utilidad que nos sentemos delante de un calendario y contemos los días que quedan de curso.
Ahora que sabemos los días con los que contamos, dividiremos el estudio de la materia en semanas, pero dejaremos al menos una semana libre para repasar antes de cada examen.
Trazar un plan para aprobar
El proceso de desmotivación de nuestros hijos no sucede de la noche a la mañana, sino que es producto de la suma de pequeños fracasos que se han acumulado a lo largo de todo un año escolar o incluso toda una vida. Desde este punto de vista, hay que acompañar y animarles en todo momento, pero sin presionar de forma excesiva.
Prepararse mentalmente
Tratar de superar el curso a última hora es una situación altamente estresante y debe ser afrontada como tal.
Según los expertos en neurociencia y psicología positiva, para superar una situación estresante lo fundamental es prepararse antes mentalmente para afrontar los retos que se presenten, y partir de la base de que aunque cuesta lo mismo pensar de forma negativa que positiva, la primera forma de pensamiento te prepara para fracasar, mientras que la segunda, para triunfar.
Es muy importante mentalizar a los hijos que se encuentren en esta situación para que entiendan que lo que se proponen hacer es difícil pero posible. Para ello es de mucha utilidad presentarles ejemplos que respalden nuestra teoría, es decir, contarle anécdotas en las que nosotros, uno de sus amigos o incluso ellos mismos; han realizado hazañas increíbles en materia de estudios.
Evaluar el proceso
Algo que es muy necesario en este tipo de situaciones extremas es dedicar un tiempo a evaluar cómo va la lucha por aprobar y anotar los resultados que se obtienen. Por otro lado, hay que reconocer y celebrar cada pequeño logro; y dejarle claro al hijo o la hija que esta experiencia le va a servir para conocerse mejor como estudiante.
No debemos olvidarnos de mantener una comunicación continua con el profesorado a lo largo de esta última parte del curso, ya que esto facilitará el análisis de los errores que está cometiendo nuestro hijo o hija, pero también ayudará a que se sienta más apoyado por un equipo de padres y profesores que creen en él o ella.
Como te habrás dado cuenta, afrontar un reto estudiantil de este tipo no es nada fácil, pero si te mentalizas y preparas a tu hijo o hija para emprender esta hazaña, puedes asombrarte de los resultados que consigas.
Al nacer, el cerebro de un bebé se va desarrollando según las interacciones que tenga con su entorno y los conocimientos a los que tenga acceso, así que es a través de la educación como un niño realmente puede aprovechar su potencial y obtener las capacidades necesarias para vivir en sociedad.
Según esto, se entiende que la educación es uno de los derechos más importantes de los niños, ya que les da herramientas para convertirse en personas independientes, capaces de enfrentar con autonomía el futuro y de hacer aportes que les permitan sentirse útiles y felices.
La educación ayuda a estructurar el pensamiento, desarrollar la creatividad, mejorar las habilidades comunicativas, establecer valores éticos, crecer en términos afectivos y estimular hábitos de integración social y de solidaridad, así que resulta preocupante que, según las cifras más recientes sobre el tema, de cada 100 niños colombianos en edad escolar el 20 por ciento no entre a un colegio, el 20 por ciento no finalice la primaria, el 10 por ciento no llegue a noveno grado y el 20 por ciento no alcance undécimo grado; lo cual quiere decir que solo el 30 por ciento de los niños termina sus estudios de bachillerato.
En Colombia, muchas causas se suman para aumentar la deserción escolar: la falta de recursos económicos, el trabajo infantil, el impacto del conflicto armado, el desplazamiento y la ignorancia de los padres. Según los estudios realizados sobre el tema, entre estos factores el que mayor influye en el hecho de que los niños abandonen el colegio es la carencia de recursos económicos suficientes para pagar la educación, los uniformes, los útiles escolares, el transporte y la alimentación.
A la hora de hacer cuentas, los padres de familia establecen prioridades y sacrifican la educación de sus hijos por necesidades que ellos consideran más apremiantes, como la alimentación, la ropa o la tranquilidad de tener un techo. En algunos hogares los niños no solo tienen que dejar de asistir a clases, sino que incluso deben empezar a contribuir con un aporte económico. De ahí surge el trabajo infantil y el reclutamiento de niños en filas guerrilleras.
Antipatía hacia el estudio
En muchas ocasiones la deserción escolar no es provocada por el sistema político y económico de Colombia, sino por la antipatía que sienten los niños por el estudio y la idea que tienen de que la educación no les servirá para nada. Los menores, especialmente aquellos que están entre los 12 y los 17 años, piensan que la educación no les aporta nada personalmente, se aburren con las tareas y los exámenes, y ni siquiera consideran que pasar por un colegio les dé instrumentos para aspirar a buenas condiciones laborales en un futuro.
Hoy en día la educación de un niño es todo un reto y ante la frustración que sienten los padres cuando su hijo no tiene un buen rendimiento académico y no le interesa estudiar, algunos recurren a castigar y lastimar al niño antes de detenerse a evaluar la situación y entender cuáles son las razones que se esconden detrás de ese desgano y apatía frente al estudio. En ocasiones, ese castigo físico y emocional prima como estrategia de educación, pero lo único que logran los malos tratos y las frases que descalifican es mermar la confianza de un niño que está en pleno proceso de crecimiento. Un estudiante con baja autoestima tiende a tomar opciones destinadas al fracaso que, a su vez, lo arrastran a experiencias desafortunadas que lo convencen aún más del concepto negativo que tiene de sí mismo. Este tipo de educación hace que el estudiante sea inseguro e indeciso.
También está el esquema educativo que llega al otro extremo, aquel en el que los padres no ponen límite alguno y satisfacen todos los deseos de sus hijos. Esta forma de educar también es perjudicial, pues lleva a que el estudiante desarrolle miedos, fobias y neurosis debido a su exagerado egocentrismo, lo cual le impide adaptarse a un grupo de clase. En otras palabras, cuando los padres no ejercen control alguno en casa, el niño, al llegar al ambiente de disciplina y responsabilidad del colegio, no se adapta o prefiere no asistir.
Otro modelo muy frecuente de educación hoy en día, que lleva a la deserción escolar, es que el niño ocupe sus ratos libres con actividades extras. Los menores acaban de llegar del colegio y ya tienen clase de francés, de inglés, de matemáticas y de lectura rápida, entre otras. Algunos tienen horarios tan extenuantes que los padres logran el efecto contrario al que buscan. En ese régimen el estudiante empieza a actuar de mala gana, hace las cosas por cumplir, aprende a odiar el trabajo intelectual y su actitud hacia padres y profesores se vuelve cada vez más defensiva y negativa.
En oposición a estos esquemas educativos está el de la motivación. Todos, pero especialmente los niños, necesitan que se les incentive para que encuentren razones para hacer las cosas con ganas e interés. No se trata de ofrecer recompensas y regalos, la idea es que los padres guíen a sus hijos para que ellos finalmente encuentren satisfacciones en el estudio y se den cuenta de los beneficios que pueden obtener de la educación.
Contra la deserción
Aunque no es posible enfrentarse a problemas como la inestabilidad económica o el desplazamiento forzado, hay medidas que los padres pueden tomar para que el estudio se vuelva más gratificante y enriquecedor para sus hijos, de tal forma que las cifras de deserción escolar no aumenten por el odio que sienten los niños hacia el estudio. Es importante tener en cuenta que, para llevar un proceso educativo coherente, las pautas deben ser compartidas por el padre, la madre y demás personas que intervienen en el trabajo escolar del niño.
El primer paso es que los padres demuestren interés en las actividades y responsabilidades de su hijo. Es difícil que el niño comprenda por qué debe prestar atención y dedicar tiempo a algo que no es importante para sus padres, y ese desinterés frena el entusiasmo por el trabajo escolar. Para que el niño se dé cuenta del interés de sus padres por lo que él hace se requiere:
La presencia activa de los padres en el colegio, no solo en la entrega de notas, sino en las reuniones de tipo social y lúdico. Es importante que asistan el papá y la mamá para compartir los triunfos y dificultades de su hijo.
Preguntar por las actividades que el niño realiza en el colegio. Hay que escucharlo y procurar no utilizar el trabajo y el cansancio como una excusa. Es conveniente acercarse a los profesores para pedir informes de su rendimiento académico y su desenvolvimiento. También es importante que ellos cuenten a los educadores los gustos, las cualidades, temores y habilidades del niño para facilitar la formación y educación del menor.
El segundo paso es ayudar al estudiante a creer en sí mismo, de lo contrario el proceso de aprendizaje se retrasará y el niño se verá obligado a desperdiciar buena parte de su energía en vencer barreras, lo cual le restará interés al estudio. Si los padres demuestran que aceptan a su hijo como es, con sus capacidades y limitaciones, le enseñarán a confiar en sí mismo. Estas son algunas sugerencias al respecto:
Estimular los trabajos o actividades que realiza el niño.
Motivarlo constantemente, lo cual implica: dar ánimo, impulsar, entusiasmar e interesar.
Enseñarle a dar un mayor valor al esfuerzo constante. Es importante que el niño aprenda a tener metas altas, pero alcanzables.
El niño es curioso por naturaleza, así que hay que proporcionarle los medios para que desarrolle su creatividad.
La importancia del orden
El orden es un factor clave para que el estudiante trabaje con juicio y atención. Por ejemplo, si su lugar de estudio es agradable y organizado, el niño sentirá que es más fácil estudiar y lo hará con mayor entusiasmo. En esa medida, es conveniente que en su casa tenga un espacio propio para hacer sus tareas y preparar sus exámenes. Además, ese lugar debe estar libre de fotos, juegos u otros elementos ajenos al estudio, pues pueden ser un factor de distracción; cuando el niño atiende a una sola actividad, rinde más y se fatiga menos.
Otra problema que lleva a que los niños se desmotiven es la dificultad que muchos tienen a la hora de organizar el tiempo. Cuando el estudiante no es capaz de repartir las horas de ocio y las de estudios, comienza a acumular trabajo y a incumplir con las tareas y obligaciones. Es conveniente que se establezcan rutinas, un horario fijo de comidas y un tiempo para las diversiones.
Al final, la educación no debe responder a la moda pedagógica, sino que se debe buscar la formación de un ser responsable, capaz de soportar las privaciones y disfrutar sin sentimientos de culpa. Por eso, la regla de oro es que todo extremo es perjudicial. Aunque es aconsejable no valerse continuamente de castigos ni tratar al menor con calificativos que denigran, también hay que evitar los premios y promesas exageradas.
De esta manera, el niño le irá encontrando el gusto al estudio y al colegio, y dejará de sentirse tentado a escaparse de clase o a abandonar por completo su educación.
A la hora de estudiar
Es importante que el niño adquiera un ritmo de estudio de lunes a viernes. El sábado y el domingo, las horas para hacer tareas deben ser más flexibles.
Es bueno que oiga música mientras estudia, pero debe ser instrumental y con un volumen moderado.
No es aconsejable que lea mientras come.
Debe dedicar más tiempo a las materias de mayor dificultad, pero sin restarle importancia a las que son más fáciles.
Dedique tiempo en las noches para ayudar a su hijo a alistar todo lo que se debe llevar al colegio al día siguiente.
Si el niño es muy pequeño y llega cansado de estudiar, permita que duerma un rato para que cuando despierte tenga ánimo para realizar sus tareas.
No amenace a los hijos con la pérdida de amor. Ante una amenaza, el menor podría responder temporalmente, pero en lugar de fortalecerse se sentirá más inseguro.
1. ¿Se rebela contra las reglas del hogar?
2. ¿Ha sido frecuentemente sancionado, amonestado, o expulsado durante su etapa escolar?
3. ¿Suele agredir verbalmente?
4. ¿Se junta con otros adolescentes rebeldes?
5. ¿Ha perdido el interés en la práctica de su deporte, actividad o hobbie favorito?
6. ¿Tiene dificultades para cumplir sus tareas escolares?
7. ¿Ha tenido problemas por violar leyes ciudadanas?
8. ¿Suele contestarle mal, provocando que usted se sienta obligado a no pronunciar ciertas frases o palabras que pudieran alterar el ánimo de su adolescente?
9. ¿Podría tener problemas para finalizar el secundario?
10. ¿Tiene un aspecto depresivo?
11. ¿No cuida su higiene personal?
12. ¿Suele tener un comportamiento violento?
13. ¿Es manipulador y mentiroso?
14. ¿Parece falto de iniciativa y motivación?
15. ¿En determinadas ocasiones se comparte en forma deshonesta con usted?
16. ¿Tiene un comportamiento sexual promiscuo?
17. ¿Ha manifestado acciones que sugieran ideas de suicidio?
18. ¿Posee dinero u objetos valiosos sin que este clara la forma en que los consiguió?
19. ¿Podría poner en juego su seguridad personal?
20. ¿Está constantemente de mal humor?
21. ¿Parece carecer de autoestima y valor en sí mismo?
22. ¿No es una persona en la que usted pueda confiar ciegamente?
23. ¿Tiene problemas en respetar la autoridad?
24. ¿Realiza actividades que usted no aprueba?
25. ¿Podría estar consumiendo drogas o alcohol?
26. ¿Lo preocupa acerca de sus posibilidades futuras de inserción en la sociedad?
27. ¿Suele oponerse a los valores de su familia?
28. ¿Constantemente desafía cualquier tipo de reglas, cualesquiera que estas sean?
29. ¿Lo tiene agotado por estas actitudes?
30. ¿Lo hace sentir impotente cuando usted intenta cambiar sus actitudes?
Contabilice las respuestas afirmativas. Estas son nuestras recomendaciones para la cantidad de “sí” acumulados:
18 o más respuestas afirmativas: Alto riesgo. ¡Consiga ayuda ya mismo! Hable con un psicólogo sobre estas dificultades y sus posibles formas de solución.
Entre 9 y 17 respuestas afirmativas: En el límite. Puede resolver los problemas ajustando los límites de la convivencia familiar. Sin embargo, no debe descartar la posibilidad de iniciar un tratamiento psicológico.
Ser padre o madre es el trabajo más difícil del mundo, ya que los niños no nacen con manual de instrucciones.
Esto quiere decir, que la mayoría de los padres aprenden a serlo aplicando estrategias por ensayo-error, hasta que dan con aquellas que les funcionan mejor. De modo, que es importante hacer una revisión de los últimos 12 meses, pero no hay que machacarse si parece que lo podíamos haber hecho mejor.
A continuación se presenta una lista de propósitos para que cada padre y madre elija aquellos a los que sientan que deben prestar más atención para que desarrollen su rol de progenitor de forma más efectiva:
1. Se más consistente:
Esto quiere decir que debes establecer límites consistentes, incluso para los adolescentes, aunque haya que estar dispuestos a negociar y ceder un poco de terreno.
Cuando se niegan a cooperar o romper las reglas, actúa con calma y razonablemente, en lugar de recurrir a medidas severas para "enseñarles una lección".
2. Evita regaños, gritos y recordar constantemente que cooperen
A veces es mejor callarse que darles la lata constantemente. Ya que sólo prestan atención a lo que ellos quieren.
3. Concéntrate en el comportamiento apropiado
Si continuamente estás señalando la mala conducta de tus hijos y ves que no te hacen ni caso, trata de ignorar las conductas inadecuadas tanto como sea posible.
Esfuérzate por desarrollar el hábito de atraparlos “portándose bien". Al igual que los adultos, responden mejor a los comentarios favorables y es probable que terminen portándose bien, sólo para llamar nuestra atención.
4. Anima persistentemente
Se ha estimado que escuchan aproximadamente 17 comentarios negativos en casa por cada muestra de alabanza o de aliento. La crítica continua puede tener efectos desastrosos sobre la autoestima. Así que esfuérzate en celebrar sus logros.
5. Pasa más tiempo con la familia
En la sociedad actual, en la que los dos padres trabajan y los chicos están ocupados con el colegio y las actividades extraescolares, encontrar el tiempo para que todos puedan estar en casa juntos es cada vez más difícil.
Por eso es importante dedicar al menos media hora al día para compartir experiencias, pero que sea de calidad, no frente al televisor, ni mientras haces la compra del supermercado.
6. Tómate un descanso de vez en cuando y dedícate a ti mismo o a ti misma
Tomarse algo de tiempo para uno mismo es una necesidad más que un lujo. Para ello, puedes reorganizar las tareas domésticas, solicitar la ayuda de tu pareja, familiares, o amigos.
7. Pasa tiempo con tu pareja
No importa si se trata de un fin de semana romántico o simplemente quedar para tomar un café juntos una vez a la semana, pero eso sí, en ese tiempo trata de no hablar de los hijos.
8. Deja de echarte la culpa por todo
Seamos realistas, los padres pueden encontrar un montón de motivos para sentirse culpables, ya sea por dejarlos solos o al cuidado de otras personas o por demasiado castigo.
No se trata de que te vuelvas un irresponsable, sino de que aceptes que estás aprendiendo a ser padre o madre con la práctica diaria, y cuando uno aprende, se equivoca.
9. Controla el tiempo que la televisión permanece encendida en casa
Si siempre está encendida, es hora de que establezcas una serie de límites para su uso. Diez horas por semana es una pauta razonable. Además, prueba a tener una noche libre de televisión y que ellos realicen propuestas para hacer otras cosas.
10. Comprueba el uso que tus hijos hacen de la computadora
Las computadoras tienen más potencial educativo que la televisión, pero lellos las utilizan sobre todo para jugar, a menos que reciban la asistencia y la dirección de los padres.
Así que de vez en cuando pregúntale a tu hijo sobre el último programa educativo que ha utilizado o pídele que te muestre sus avances con él.
11. Evita convertirte en el salvavidas
Evita hacer cosas como pagar por él las multas de la biblioteca o realizar a escondidas una tarea del hogar que tu pareja le encomendó. Este tipo de conductas no ayudan a tu hijo, sino que le privan de la oportunidad de desarrollar su independencia y su autonomía personal.
12. Adopta una perspectiva sana acerca de la conducta
Independientemente de cómo sea la conducta, si estás esforzándote en controlar la situación terminarás consiguiéndolo. Es sólo cuestión de tiempo.
Después de leer esta lista de propósitos seguro que has hecho una reflexión de tus habilidades educativas como padre o madre. Es verdad que todas son deseables, pero no te obsesiones con convertirte en un padre perfecto, en vez de eso, trata de llegar a ser un padre o madre que aprende mientras educa a sus hijos.
Dar mensajes claros. Es un error decir a la misma cosa "no" un día y "sí" otro día a tu hijo adolescente, salvo que las circunstancias han cambiado. Dar mensajes claros ayuda a crear una base de confianza, fomenta el buen comportamiento y ayuda a bajar los niveles de estrés en una familia
Aprender a escuchar y responder con respuestas que incentivan la comunicación y eviten que tu adolescente salga del salón de un portazo. Emplear un tono positivo y utilizar lenguaje corporal afirmativo mientras hablas
Tratar con el mismo grado de respeto a tu hijo adolescente con el que esperas que te trate a ti. No le insultes nunca, no le ridiculices tampoco.
Dar mensajes afirmativos. Cada vez que se presente la ocasión, recordarle que le quieres. Cuando se ha arreglado, dile que esté muy guapo. Cuando ordena su habitación sin que se lo hayas pedido, coméntaselo de tal forma que se sienta orgulloso (aunque no te lo vaya a demostrar)
No pierdes el genio y no grites. Si empiezas a gritar, la capacidad receptiva de tu adolescente se bajará a cero. Hay momentos en los que tod@ adolescente cree que sus padres no le comprenden, que le hacen la vida imposible. Y cuando gritamos por frustración o rabia, solo conseguimos alejarles más. Si crees que vas a perder los papeles, suspende la conversación para retomarla en un momento en el que has logrado sobreponerte
Ser preciso y dar detalles sobre lo que esperas de tu hijo. Puedes escribir un planning y pegarlo en la nevera como recordatorio. Siempre es bueno escribir sobre papel reglas y acuerdos importantes, porque asi ambas partes pueden consultar el papel cuando surja una confusión sobre una norma específica
No ningunear nunca a tu hijo cuando estás enfadado o triste. Si algo que hace o dice te enfada o entristece de sobremanera, dile que no estés en condiciones de seguir una conversación antes de alejarte. Es peligroso ignorarle o dejar de hablarle y seguir tan normal con otros miembros de la familia, porque solo conseguirás distanciarle cada vez más
Evitar decir "porque lo digo yo". Explica tus razones de forma tranquila a tu hijo. Los adolescentes saben que la última palabra la tendrán sus padres, pero es importante que sepan por qué les pedimos que hagan algo que no quieren hacer, o por qué les prohibimos ciertos actitudes.
Iniciarle en una conversación, no entres en un monólogo. Termina tus frases con otra que invite a la comunicación:
* ¿Qué piensas tu?
* Parece muy importante para tí, intenta explicarme por qué
* Buena pregunta, intentaré contestar
* Me interesa mucho conocer tu opinión
* ¿Comprendes lo que te intento explicar?
* ¿Quieres hablar?
Lograr una coherencia entre lo que predicas y lo que practicas. Es importante dar ejemplo para tener credibilidad
Evitar frases negativas que más bien logran todo lo contrario, como por ejemplo:
* Si vuelves a decir eso te....
* Me trae sin cuidado qué hace tus amigos
* No vengas llorando a mí se te sale mal
* No te creo
* No comprendes nada
* Pregúntaselo a tu madre/padre
Escuchar con atención a tu hijo cuando te habla. No hagas otra actividad mientras, y si estás haciendo algo cuando empiece, para. Mira a tu adolescente, escucha y ofrece un comentario cuando termine.
Organizar actividades conjuntas, a veces con toda la familia, a veces solos. Excursiones, comidas, una cena fuera, vacaciones.... Si tu adolescente no quiere pasara todas las vacaciones con la familia, intenta buscar una solución y ayúdale a encontrar la manera de pasar tiempo con sus amigos y tiempo con su familia.